Tal vez llegue tarde la propuesta que pretendo hacer en este escrito, ahora que Mourinho parece que empieza a sentar sus posaderas sobre el fútbol español, ahora que se le permite tomar asiento en el autobús que nos habrá de llevar al apasionante desenlace de la Liga , y que se comienza por fin a debatir no solo lo que dice sino lo que hace. Para mi está claro que entre Mourinho y la prensa, en especial la de Madrid, se ha establecido un pulso, con la intención en cada bando de torcer la voluntad del otro. Y digo la de Madrid por que la de Barcelona hace tiempo que le declaró la guerra. Una guerra que ya no tiene cuartel desde que dirige el primer equipo del Real Madrid. El traductor, The Special One, “Mou”, a veces eliminando incluso la “u” final, igual que se le denomina por nombres que no son realmente el suyo, que se echa mano de los apodos, se habla de él sin llegar a su verdadero yo futbolístico.
La prensa madrileña está acostumbrada a imponerse a los entrenadores madridistas, a influir en sus decisiones y, sobre todo, en los de aquellos de quienes depende que sigan en el puesto. La presión mediática se ha hecho tan insoportable en los últimos años que a veces la destitución de ciertos entrenadores ha acabado siendo un alivio a un drama humano más que una propuesta de solución a un problema futbolístico. El caso es que quien ha venido este año a hacerse cargo del banquillo del Real Madrid traía fama de poco influenciable, de díscolo con la prensa. Dicen que la prensa de Italia se sintió aliviada con su marcha. La de aquí le recibió más bien de uñas y con ganas de hacerle saber quien manda en la opinión pública, a la hora de crear debate, de influir en el ánimo del aficionado. Había que explicarle las cosas rapidito para que se hiciera cargo enseguida de la situación, del status quo establecido hace tiempo, y luego el ya vería que hacía, declararse en rebeldía como Schuster, agachar la cerviz como hizo Capello, cuyas humillaciones públicas en sus últimas jornadas en Madrid fueron de vergüenza ajena, o nadar y guardar la ropa como hizo Pellegrini. También Del Bosque se llevó lo suyo, por supuesto, pero ahora este entrenador se sitúa más allá del bien y el mal, es intocable. Y no ya solo por sus logros, sino también por su trato exquisito y señorial con todos, así que en su caso nos podemos ahorrar el recuerdo de los instantes enojosos que nos deparó la prensa.
La primera andanada sobre Mourinho se disparó usando como munición los informes sobre sus capacidades: maleducado, prepotente, polemista y triunfador a costa de despreciar el buen fútbol. Más o menos ese fue el denominador común en las diversas opiniones y valoraciones del personaje. Poco o nada sobre su personalidad dentro del vestuario, sobre sus procedimientos como gestor de grupos humanos, sobre su filosofía de juego, sobre su forma de pensar y ver el fútbol. Sus logros nadie los discutía, por que todo se compra y parecía ser que sus títulos se habían costeado gracias a haber llevado el fútbol de ataque a la casa de empeños más próxima. A ver quien discute los datos matemáticos. Dos Copas de Europa y no se cuantas ligas en tres países diferentes. Aun así hubo quien le preguntó en una rueda de prensa si se consideraba capacitado para entrenar en España. Cuando oí la pregunta del periodista me pregunté seriamente de que lado del conflicto estaba la prepotencia. En el mejor de los casos en los dos. En el peor en el de la prensa madrileña. La respuesta de Mourinho fue contundente: “Si con mi currículo usted duda de que lo esté, dígame que entrenador no español lo puede estar”. Lo mismo no son palabras humildes, pero nadie me puede discutir que son certeras.
Ha calado mucho esa forma de manifestarse de algunos entrenadores cargando las tintas sobre la exhibición de la propia humildad, el comedimiento, el respeto a todos, el hablar quedo y usando un tamaño de letra muy pequeño. Primero les hago saber que soy muy buen chico y luego ya les hablaré algo sobre asuntos futbolísticos. Esta forma de proceder cada vez tiene más admiradores entre la prensa y más practicantes en el gremio de entrenadores. Y está bien, convierte las ruedas de prensa en conferencias magistrales, en un festival de frases de almanaque. Pero nos hurta a menudo el debate sobre lo que en un momento determinado nos interesa, por que está de rabiosa actualidad o por que se intuye que es un factor determinante en el devenir de la temporada futbolística. Mourinho no lo rehuye. Es más, si la prensa no pone el asunto sobre la mesa lo hace él. A menudo de forma desacertada, es cierto, incluso distorsionando la cuestión y alterando su significado. Reprochó a Preciado su alineación ante el Barcelona, y lo hizo equivocándose en las formas y en la tesis expuesta. Podría haberse quedado en la denuncia del proceder extraño, tal vez censurable, de un entrenador, pero quiso extraer de ello una regla general: que los equipos que se le enfrentan tienden a ponerle las cosas fáciles al Barcelona. Quiso extraer un titular rimbombante y se equivocó totalmente. Al Barcelona nadie le regala nada. Poco hay que prestigie tanto ahora mismo que derrotarlo en el terreno de juego.
En mi opinión la prensa anda de uñas con Mourinho no solo por que a veces sea grosero con ellos, que reconozco que ya es motivo para que el portugués no haga excesivos amigos entre los periodistas. Tampoco por que les haya desterrado de los entrenamientos. Medida que a mi no me parece tan desacertada como quieren hacernos creer. Ni por supuesto una afrenta para los aficionados. Los profesionales a lo suyo, y si piensan que requieren intimidad para desarrollar mejor su trabajo habrá que aceptarlo. Pues claro, ya lo creo que me gustaría ver a Pérez Reverte mientras redacta su artículo para el dominical de ABC, pero no se si se avendría a que mirase por encima de su hombro mientras lo hace. No, lo que les empieza a irritar a los periodistas es que les está ganando también en el debate de las ideas. Que se produce, ya lo creo que si, por mucho circo que se monte alrededor de Mourinho. Vale, las tres pistas, las fieras y los domadores, y hasta los payasos los pone él. Eso lo concedo de buen grado.
En realidad hay campaña contra Mourinho como antes las hubo contra Pellegrini, Schuster, Capello y un largo etcétera, incluido el que ahora parece indiscutible y que nunca fue discutido: Del Bosque. Los únicos entrenadores buenos son los entrenadores destituidos. Esto siempre ha sido así. La prensa pide su cabeza con mayor o menor vehemencia, y cuando le dan el capricho se lo echa en cara al presidente de turno. La indignación, al menos el malestar, es el estado de ánimo permanente de la prensa. Aquí la diferencia estriba en que este de ahora se defiende. Incluso a veces efectúa ataques preventivos. Y como le coja gusto hará también ataques aleatorios sin más motivo que dar rienda suelta a su forma de ser. Según parece la prensa italiana suspiró aliviada cuando supo de su marcha, por que criticarle hasta la extenuación y verle ganar todo debió de ser un trago bastante amargo.
A mi no me no me gustó mucho la, llamémosle así, salida de tono de Mourinho el día que se le preguntó por Pedro León en una rueda de prensa varias veces seguidas. Curiosamente estuve de acuerdo con él en lo que dijo. Los periodistas no parecían estar allí para recabar información sobre el partido sino para buscar carnaza con la que alimentar el tigre del morbo. Ni siquiera fueron sutiles. Como notaron que el tema escocia o podía dar lugar a un conflicto dialéctico, escozor que según ellos fingido por que Mourinho es el rey del espectáculo, insistieron en la pregunta. La muralla se derriba percutiendo una y otra vez en el punto más débil. Por que ellos no estaban allí para informar sino para derribar, y luego recolectar los datos entre los escombros. Un entrenador normal, correcto, lo habría dejado pasar o, todo lo más, habría evidenciado su malestar y escurrido el bulto. Guardiola, por ejemplo, se la habría apuntado, y a lo mejor se habría desahogado un año después en su siguiente visita a Madrid, en esos momentos de incomodidad y tensión en que le es difícil no exteriorizar lo que se siente.
¿Hizo bien Mourinho entrando al trapo? En mi opinión no. ¿Sorprende su reacción? Pues tampoco, es un suma y sigue. Mientras el tema se centre en los modales del portugués estaremos discutiendo sobre temas bizantinos como los obispos griegos mientras caía Constantinopla. Por que el será muy zafio, y celebrará los goles y los triunfos con excesiva euforia, pero no fue quien puso en marcha los aspersores de riego. ¿Parece que pone a su pupilo a los pies de los caballos? Pues la verdad es que si. Aunque todos tenemos claro que ya lo ha hablado con su jugador. Este no es de los que se queda seis meses sentado en su despacho esperando que alguien venga a preguntarle algo. Hace poco le dio a Benzemá un rapapolvo en una rueda de prensa y el francés parece haber reaccionado. Lo sabremos seguro en los próximos partidos. Este señor, sin dejar de manejar el vestuario de forma férrea, mantiene una relación personal con cada uno de sus integrantes. Por lo que he oído el enfado de Mourinho se debe a que Pedro León hizo sobre el terreno de juego lo contrario de lo que le había encomendado. Será eso u otra cosa de las que se apuntan. Pero lo que si parece es un castigo.
En mi opinión está bien censurar los modales de Mourinho. A Miguel Ángel Bounarroti también se los censuraban. Pero menos mal que el los que analizaron su vida y su obra no se quedaron solo en ese tema. Salvando las distancias, y perdón por la comparación que a muchos les parecerá excesiva, creo que ya es hora de que la prensa de Madrid se fije también en su trabajo, en lo que está consiguiendo en el Real Madrid. Que es mucho. Ha conseguido crear un colectivo que siente y juega de forma coordinada. Ha mejorado el rendimiento de la defensa, que ya de por si era excelente el año pasado, implicando a todo el equipo, empezando por la delantera. Ha creado una media sólida en la que por fin brilla Xabi Alonso, con transiciones rápidas como gustan en el Bernabéu. Y, al margen del porcentaje de acierto, ha consolidado una línea atacante que crea más ocasiones de gol que ninguna otra.
Pero es que, además, si nos centramos solo en lo accesorio, en sus frases altisonantes, nos dejaremos de fijar en muchas con un gran calado. En una de sus primeras ruedas de prensa en España hizo una afirmación sorprendente. A mí al menos me lo pareció. Y sin embargo apenas ha tenido repercusión ni ha sido comentada. Afirmó que una de sus principales preocupaciones, uno de los problemas cuya resolución le parecía prioritaria, era lograr que su entonces nuevo equipo dejara de sentirse acomplejado ante el Barcelona. Dicen que Schuster fue destituido por reconocer que el Barcelona era imbatible. Si es verdad, estas palabras de Mourinho casi parecerían un suicidio profesional. A mi me parecen enormemente inteligentes, valientes y plenamente acertadas. La temporada pasada el Madrid logró estar por encima del Barcelona en lo futbolístico en trechos largos del campeonato liguero, pero nunca logró una mentalidad fuerte. Si fracasó en los retos en los que no había segundas oportunidades, como ocurrió en los emparejamientos con el Alcorcón y el Lyon, en su pulso con el Barcelona jamás logró borrar de la cabeza el descalabro del año anterior. En el Nou Camp se perdió por la falta de fe en una victoria posiblemente merecida cuando llegó el momento decisivo. En el Bernabéu se lucho bravamente mientras hubo físico, y cuando hizo falta empezar a usar la cabeza, se dejó ganar mansamente por que pensó que eso era lo lógico. Hubiera bastado un empate en uno de esos dos encuentros para ganar el torneo. Ni siquiera hubo mentalidad para defender una posición de ventaja.
Mourinho ha debido analizar en detalle la temporada pasada. Dicen que Scariolo se sintió muy impresionado hace poco al visitarle en Valdebebas para aprender de sus métodos y asistir al despliegue de trabajo de su equipo de colaboradores. Creo que ha llegado a la conclusión de que la única vía de lograr este año algún título es eliminar el complejo de inferioridad que pesa sobre el equipo. Pero, aunque este análisis fuera desacertado, extraña que exponerlo a la opinión pública no haya suscitado comentarios. Parece ser que interesan más las circunstancias de Pedro León. ¿Qué le vamos a hacer?
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